22.7.09

Boxeo y patrística (1)

Las relaciones entre boxeo y patrística han sido históricamente controvertidas. En un primer momento, parece ser que los cristianos no se oponían de forma absolutamente tajante al uso de la violencia. Un ejemplo de esto es el siguiente diálogo, que aparece en un códice del S VIII, que supuestamente es la copia de una obra de Ammonio Saccas. En él, se justifica el uso de la violencia, aunque bajo circunstancias muy puntuales.

Discípulo.
Maestro. Si el hermano está en peligro. ¿Va contra la ley armarse para defenderlo aunque esto obligue a atacar a otro hombre?

Panteno
¿Armarse? Oh, caramba. Creo que estamos tocando cuestiones peligrosas. ¿No preferís seguir discutiendo lo del camello y la aguja? Reconozco que no me acaba de quedar del todo claro.

Discípulo.
Pero Maestro. Si a un hermano le ataca un grupo numeroso de personas. ¿No es lícito defenderlo con puños y piedras? ¿Ofende eso al señor?

Panteno.
¿Cómo de numeroso sería ese grupo? Recuerda que el señor obliga a guardar la vida propia. En fin, la vida es un regalo de Yahvé. ¿Quién soy yo para ponerla al alcance de un puñado de facinerosos?

Discípulo.
Pero maestro. Digamos que son dos los que atacan a un hermano y…

Panteno.
¿Cómo de altos?

Discípulo.
¿Perdón?

Panteno.
¿Cómo de altos son los dos tipos que atacan a tu hermano? Y a todo esto ¿Por qué tu hermano está metiéndose constantemente en problemas?

Discípulo.
¿Eso es realmente importante?

Panteno.
Bueno, no puedo responderte si no me haces la pregunta en términos precisos.

Discípulo.
Digamos que miden diez varas

Panteno.
¡Diez varas!¡Son enormes!

Discípulo.
Justamente por eso el hermano está en problemas, por eso podría precisar de nuestra ayuda.

Panteno.
¿Tienen cicatrices?

Discipulo.
¿Perdón?

Panteno.
Los tipos que atacan a tu hermano ¿Tienen cicatrices? Ya sabes, marcas en la cara. Siempre me han dado miedo los tipos con cicatrices en la cara ¿Tienen aspecto de ser de esos tipos que se meten a menudo en problemas?

Discípulo.
No estoy seguro de que estemos planteando el problema en términos morales.

Panteno.
Cielos, eso es que tienen cicatrices enormes. ¿Cómo caminan? ¿Si caminan demasiado erguidos es posible que lleven un cuchillo en el cinturón?

(…) varias páginas perdidas

Discípulo.
Entonces la cuestión queda fijada así, maestro. Pongamos que a un hermano le atacan dos hombres, de alrededor de diez varas cada uno. Ambos tienen cicatrices en la cara. Uno de ellos camina ligeramente erguido, con lo que cabe la posibilidad de que lleve un arma en el cinturón, aunque este extremo no podemos confirmarlo. Ninguno de los dos tiene acento extranjero. No hay forma de saber si poseen algún tipo de entrenamiento militar, el de la derecha cojea ligeramente, los dos se han cortado las uñas de las manos y los pies en las dos últimas semanas y estamos razonablemente convencidos de que ninguno de los dos se vaya a convertir en hombre lobo al llegar la noche. No hay ningún tipo de autoridad a la que podamos recurrir, nuestro hermano no tiene posibilidad de escapatoria, ya es demasiado tarde para fingir que es un rododentro. y nosotros ya hemos intentado disuadir a los dos hombres de agredir a aquel mediante un número de variedades. En este caso. ¿Podemos usar puños y piedras contra ellos?

Panteno.
Bueno, en este caso… en fin, tampoco queremos que la gente diga que los cristianos somos unos cobardes. Sería una publicidad terrible y esos gnósticos son tan populares… supongo que sí, que tendríamos que hacer algo contra ellos.

Discípulo.
Y puesto que podemos usar el puño y la piedra, en caso de que no haya piedras, tal vez podamos usar un lustroso sable.

Panteno.
¿Un sable? Caramba, eso ya me parece excesivo. Además ¿quién va por ahí con un sable en la mano? En fin, supongo que llegado el caso podría ser admisible pero… Por cierto ¿Es una cicatriz lo que te asoma bajo la oreja?

Discípulo.
Y puesto que se consiente la piedra, y se consiente el puño, y se consiente el sable. ¿No sería también admitible asetearlos a fin de terminar con ellos antes de que pudiesen alcanzar al hermano?

Panteno.
¿Hijo mío, con quién dices que has venido?

Discípulo.
Y ¿Cómo sabemos, maestro, que no hay cientos de hombre ahí fuera ahora mismo conspirando para poner la mano sobre nosotros y nuestros hermanos? ¿Y cómo vamos a reaccionar? ¿Fingiremos que no los vemos? ¿Dejaremos que maduren en sus corazones su negro odio? ¿Los atacaremos con piedras y puños sabiendo que no son bastantes nuestras manos ni hay piedras suficientes en mil caminos para todos ellos? ¿Dejaremos que se acerquen a nuestros hermanos con sus caras marcadas y sus uñas recien cortadas o les atacaremos nosotros antes con nuestras flechas, con nuestras espadas, con nuestra sed de sangre?

Panteno.
Cielos, nunca debimos dejar lo del camello y la aguja. ¿Podrías repetirme la primera opción? Aquella sobre fingir.

22.5.09

Mucho antes de lo esperado

Por sorpresa encuentro la versión zombi de "La casa de Bernarda Alba". Pensarán mis queridos seguidores que huí en el acto ante la contemplación de semejante despropósito. En efecto, tal fue mi intención inicial. Sin embargo, tal vez por pura atracción morbosa, tal vez por la calidad del sello que la edita, comencé a ojear las páginas de este breve volumen. Pues bien, cuál sería mi sorpresa al encontrar, ya no la zafia versión que en ocasiones semejantes se ha llevado a cabo. En contra del pastoso pastiche que esperaba, encontré de pronto entre mis manos un fascinante estudio que ilumina aspecto inéditos de una obra que creí haber leído en su día y no había leído jamás.

Todavía tengo que reflexionar más y consultar algunas notas para dedicar a esta nueva revelación el espacio que se merece. Les dejo por ahora el link para que juzguen ustedes mismos la verdad de mis palabras


http://rapidshare.com/files/236033227/la_casa_de_bernarda_alba_zombi.pdf

¿La Casa de Bernarda Alba Zombi?


Rumores insistentes apuntan a la salida inminente de "La casa de Bernarda Alba Zombi". Dichos rumores sugieren que la aparición de esta obra traerá consigo novedosísimos descubrimientos filológicos, sesudos argumentos literarios y sangre, mucha sangre.
Esta es la portada.

23.3.09

Boxeo en la edad antigua

Hay todo un espacio de tiempo entre la aparición del boxeo y el primer revés serio en el devenir de su historia. Si uno no gusta de la palabra revés puede usarse la forma "giro brusco de los acontecimientos", siempre y cuando seamos conscientes de que con ello estaremos declarando una filiación política, una razón de fe, una genealogía ideológica y varias concepciones filosóficas de las que muy probablemente no hayamos oído hablar nunca y que amenazarán en adelante con revelársenos como absolutamente esenciales para entender el sentido de cada una de nuestra palabras.

Hasta la aparición del cristianismo, la evolución de los usos pugilísticos siguió una linea relativamente regular. El famoso "ojo por ojo y diente por diente" se ha considerado durante mucho tiempo el primer reglamento de la historia. Durante años los hombres lo siguieron a rajatabla, y no sólo en asuntos de boxeo. Es obvio pués por qué los primeros dentistas no surgieron hasta mucho tiempo después o mejor dicho, sólo se atrevieron a dar la cara transcurridos varios siglos. En los años del "ojo por ojo" existían ya precarios profesionales de la odontología, sólo que por aquella época trabajaban con la cara cubierta y preferentemente de noche para no ser reconocidos. Asaltaban a sus pacientes en los caminos y les extraían las piezas dañadas. La operación, a menudo, terminaba con el paciente inconsciente, por lo que los dentistas tenían que echar mano a la bolsa de éste para cobrar sus servicios. Como llevaban a cabo su labor durante la noche los errores eran frecuentes y muchos dentistas se cobraban cantidades superiores a las pactadas por el sindicato. En el año 250 a. de C. el colegio de odontólogos de Alejandría discutió si sus miembros debían o no abandonar la clandestinidad. La discusión se enconó tanto que finalmente provocó un cisma y el colegio de odontólogos se dividió entre los que optaron por sacar a la luz sus actividades (estos fueron los primeros bandoleros) y los dentistas, que prefirieron seguir en la clandestinidad trescientos años más.

Siguieron ocultos, de hecho, hasta que Jesús pronunció su famosa idea sobre poner la otra mejilla, propuesta que, a la postre, significaría la derogación, oficiosa de la máxima del "ojo por ojo".

Lo que sigue, tengo que avisarlo, es un poco largo, pero necesario para entender el contexto histórico.

Por aquellos tiempos, más o menos, y hasta la implantación de las ideas judaico-cristianas, la tradición occidental venía conociéndose como "imperio romano". Los romanos, en realidad, se lo habían copiado casi todo a los griegos, al menos las partes más ingeniosas. El asunto de la filosofía no les entusiasmó demasiado, pero, a cambio, se pirraron por la ingeniería y las leyes. Entre robo cultural y robo cultural a los romanos les quedó tiempo para conquistar media Europa y también grecia enterita. Esto último a los griegos no les gustó nada, así que se prometieron unos a otros que, en adelante, mirarían a los romanos por encima del hombro. Algunos cronistas dicen que un griego muy bajito, incapaz de mirar a ningún romano por encima del hombro, pidió permiso para mirarlo por debajo del tronco y que ese es el origen de cierto chiste soez que ha llegado hasta nuestros días. Un griego podía ser esclavo de un romano y darse unos aires de cuidado por la única razón de que era griego. Los griegos tenían varias ventajas respecto a los romanos, entre ellas que tenían a los dioses muy a mano, en el monte Olimpo, mientras que en el caso de los romanos la cosa no estaba nada clara.

Júpiter, como todo el mundo sabe, es el equivalente del Zeus latino. El nombre procede de la unión de Iovis (que significa padre) y pater (que también significa padre) lo cual para los griegos resultaba inaceptable. Además, como no tenían ningún olimpo a mano, los romanos habían concluido que Iovis pater vivía simplemente en los cielos, que no se sabe muy bien por dónde están pero sí se sabe con seguridad donde no están (es decir, en Grecia). Esto para los griegos resultaba más inaceptable todavía, no sólo porque implicaba perder la patria potestad sobre su Dios (y su panteón al completo), sino porque sus mejores cerebros habían meditado muy seriamente la cuestión y habían llegado a la conclusión de que más allá del suelo que pisaban podía haber muchas cosas, como por ejemplo huevos, esferas en movimiento, ancianos emasculados, tortugas, animales formidables, estrellas fijas, gases polémicos... pero no un Dios máximo, desde luego. El razonamiento de los griegos, hay que reconocerlo, tenía bastante sentido, porque después de mucho meditar sobre los cielos y los dioses sus mentes más luminosas habían llegado a dos conclusiones: que los cielos podían ser misteriosos, mágicos, sublimes y hasta eternos, pero, desde luego, no son un lugar divertido; y que los dioses, de haberlos (algunos griegos no las tenían todas consigo) jamás se resignarían a vivir en un lugar así, sin una mala ninfa, princesa o vestal a la que echarle el diente (lo del diente es un decir).

Ahora que ya nos hemos hecho una idea de lo que en esencia es el contexto histórico de la época volvamos a Jesús y su famosa frase. La historia oficial es conocida, pero algunos textos apócrifos sugieren versiones distintas. Uno de ellos afirma que, tras oir la sentencia de Jesús, uno de los presentes -un griego, además- le planteó al maestro si el cumplimiento estricto de la ley no podría derivar en un bucle infinito de bofetadas. Explicó al maestro y los discípulos presentes que si la bofetada en la mejilla A da paso a la bofetada en la mejilla B cabe la posibilidad de que la mejilla B, al recibir la bofetada, pase a convertirse en mejilla A (pues su verdadera esencia como mejilla A es ser abofeteada) y por tanto exija a su vez una nueva mejilla B a la que abofetear.

Incluso los que defienden la verdad histórica de esta anécdota difieren notablemente de la reacción de Jesús. Hay un acuerdo general en considerar que Cristo se pasó sus buenos tres o cuatro minutos mirando atónito al griego, intentando llegar a la conclusión de si hablaba en serio o no. A partir de aquí, unos se inclinan por opinar que lo siguiente que hizo Jesús fue abofetear al griego, pero esta no es la opinión mayoritaria. La mayoría se inclinan por suponer que Jesús prefirió evitar las mejillas, para no ahondar en la polémica, y respondió con una precisa patada testicular o una tunda de palos en el espinazo.

En los primeros años del cristianismo la anécdota de la respuesta de Jesús al griego circulaba de forma clandestina entre los romanos. No se incorporó a los evangelios, pero era muy común su inclusión en pequeños libritos recopilatorios que pasaban de mano en mano con el título "Los mejores y más escacharrantes momentos del hijo de Dios". Estos libros dieron gran popularidad al cristianismo. Hoy se tiende a olvidar que los primeros cristianos se acercaron a la nueva doctrina movidos fundamentalmente por razones humorísticas. También les resultaba muy atractivo el hecho de que la mayoría de esos "momentos escacharrantes" tenían como tema la burla de Jesús hacia algún griegos de los que, recordemos, los romanos estaban un poco cansaditos por sus aires de superioridad.
Otro grupo social, los dentistas se unieron con entusiasmo a la doctrina cristiana, cuando se dieron cuenta de que la famosa "poned la otra mejilla" tenía un efecto demoledor sobre la ley del talión, lo cual les daría en adelante la oportunidad de extraer piezas dentales sin que el cliente intentase cobrar las suyas a su vez.
Odontólogos y graciosos formaron así los dos grandes puntales del cristianismo primitivo. Esta base social resulta bastante ancha, dado que son dos grupos que, por decirlo de algún modo, representan polos opuestos del espectro social, como sabrá cualquiera que haya reparado en que no hay dentistas graciosos ni graciosos dentistas.
Si a ello unimos las burlas a los griegos y el hecho de que el cristianismo acababa definitivamente con la posibilidad de que la patria de los Dioses estuviese en Grecia, podemos entender el fulgurante éxito del cristianismo en la sociedad romana.

De cómo la cristianización afectó al desarrollo del boxeo hablaremos en una próxima entrada titulada "Boxeo y patrística"

21.2.09

Amon-Pieth (II) La entrevista

La entrevista a Amon-Pieth sigue siendo una referencia para el periodismo. Para el periodismo deportivo, en primera instancia, pero también para el periodismo en general, pues el anónimo entrevistador (aunque muchos sugieren que podría tratarse del mismísimo Pu-el-Itzer)tiene la habilidad de componer un relato a través de las preguntas: ora guiando, ora conduciendo, ora imponiendo una dirección y una lógica allá donde el entrevistado bien pudiera confundirse.

El análisis de las cualidades entrevistadoras de este genio desconocido de las letras bien merecería una entrada distinta que tal vez llegue y tal vez no. Ahora quedémonos sin más dilación con este texto que, como ya señalamos en la entrada anterior, constituye el documento fundacional de la entrevista deportiva.

Amon-Pieth hace una aparición discreta en la taberna en la que se ha concertado la entrevista. Físicamente resulta mucho más imponente que en los dibujos que había visto de él, aunque es verdad que las leyes de frontalidad de nuestro arte tienden más a una representación esquemática de conceptos que a una reproducción, digamos fenomenológica de la realidad. El noúmeno forzudo se sienta y pide una jarra de cerveza, que, como sabemos, es invención de los egipcios. Posee un rostro que sería incluso bello si la mandíbula inferior no se saliese horriblemente hasta darle la apariencia de un primate, y no de los más inteligentes. El cuello le nace a la altura de los hombros y termina en algún lugar indefinido sobre las orejas. Se le nota discreto, seguro de sus posibilidades, y tal vez por ello no se siente en la necesidad de hacer alarde de su fuerza, aunque, cuando la camarera se acerca no puede reprimir el impulso de asirla por el cinturón y levantarla varias veces a modo de mancuerna. En ese momento todos reparan en él. Montones de cabezas se giran, muy pegadas a sus respectivos cuellos, y comienza a circular el secreto: el campeón está en el local. El rumor se extiende por la sala igual que el humo negro de la leña verde. Extiendo mi papiro para hacerle ver que estoy en disposición de comenzar la entrevista.

Entrevistador: Buenos días, oh, tú, Amon-Pieth, de anchas espaldas y pecho palomo, escogido de los dioses.

Amon-Pieth:Buenos días plumilla.

Entr: Vayamos al grano oh, Amon-Pieth. Sobre tu próximo combate has comentado hace bien poco tus sanas intenciones de arrancar el intestino de tu adversario y usarlo para tejer una bufanda con el que adornar tu poderoso cuello.

A.P:Algo así, sí, pero es sólo una idea. Lo que se me ocurrió en ese momento. Evidentemente no voy a desvelar mi táctica antes del combate y, además, me gusta adaptarme a la situación. Quiero decir, hay muchos otros órganos que podría arrancar.

Entr:
¿Te has planteado la posibilidad de que tu rival intente defenderse?

A.P: Mi entrenador me ha advertido sobre ello.

Entr
: ¿Te sientes sólo sobre el ring?

A.P: Bueno, verás, en alguna ocasión mi contrincante ha escapado antes del combate y... sí, en esas ocasiones, me he sentido sólo, aunque, claro, son ocasiones en las que realmente no hay nadie más en el ring así que, técnicamente estoy sólo. Luego hay otras veces, cuando mi rival se cae de la lona. Se caen a menudo ¿sabes?. Un amigo mío médico me dijo una vez que se marean por no sé qué asuntos de pérdida de sangre. Entonces también me siento sólo. Claro que puede ser porque realmente también estoy solo en el ring en esos momentos. Cuando te dedicas a atizarle profesionalmente a la gente sabes que te vas a sentir sólo de vez en cuando, pero ¡qué le voy a hacer! me encanta mi trabajo. Y mi trabajo es golpear a la gente.

Entr: Bueno, siempre está el árbitro para hacerte compañía

A.P: A veces también me gusta pegarle al árbitro. Lo hice una vez, mitad por accidente y mitad por aburrimiento, y el público se volvió loco. Desde entonces celebro cuando gano algún combate importante atizándole al árbitro. A mis fans les encanta.

Entr: ¿Y no te da miedo que los árbitros te perjudiquen a posta para evitar que ganes?

A.P: Hasta ahora no ha pasado. Creo que piensan "Caray, si nos zurra cuando gana, imagínate qué nos hará si le hacemos perder" Son chicos listos.

Entr: Amon-Pieth, gran guerrero. ¿Me permites mirar en tu interior? Al público le interesa saber más de tu niño interior.

A.P: No te ofendas, plumilla pero creo que el público va a los combates a ver a la bestia de dos metros que llevo por fuera.

Entr: ¿Acaso no resulta en ocasiones más doloroso golpear que ser golpeado?

A.P.: ¿Es que eres idiota?

Entr: ¿Cuál es tu color preferido?

A.P. En serio, déjalo.

El resto del pergamino es ilegible, pues está estropeado por unas extrañas manchas rojas que lo hacen indescifrable. En cualquier caso, parece que la entrevista no se extendió mucho más. Se aprecia una larga serie de preguntas que el entrevistador debía llevar preparadas, pero sólo dos o tres tienen respuestas de Amon-Pieth. De la última pregunta contestada se sabe que incluye la palabra "homosexual".