15.2.09

Amon-Pieth (I)

Estimados seguidores,

Tendréis que disculpar mi retraso en actualizar las páginas de este blog. Son muchas las razones, aunque no vienen al caso, que me han impedido volver a estas páginas para saciar vuestra curiosidad. Finalmente me he resignado, pues sé que estas lineas, que a mí tan poco me cuestan, dulcifican vuestras vidas como el más selecto manjar.

El retraso bien pudiera deberse además a la necesidad de igualar la calidad de la entrada anterior. Tarea dificil, en verdad, puesto que en ella se aunaban al tiempo la habitual exuberancia de mi verbo con la historia más conmovedora que he tenido ocasión de contar en estas páginas virtuales. Tal vez sea pues el respeto que la grandeza de la historia de Schmeling me inspiraba lo que no me permitía volver a estas páginas sin encontrar una excusa de grandeza similar.

Así pues, no he podido volver a este foro sin sentar las dos bases que me permitirán igualar el trabajo de anteriores empresas. La primera, esa excusa que comentaba y que ha de tomar el cuerpo de una trama apasionante. La segunda, mi relativo desconocimiento de la misma, y que me recuerda aquella frase de Maurois en la que señala que no hay mejor medio de salir airoso de una conversación dificil que acudir a ella sin preparación alguna

La antigüedad nos ha legado algunos nombres que, según los expertos, bien podrían ser las mitificaciones de luchadores legendarios. Aquiles, Sansón o el propio Hércules serían, en opinión de ciertos autores, el nombre mítico de uno o más luchadores, los primeros en dejar una impronta en el imaginario de los aficionados antiguos. Sin embargo hay un luchador que ha quedado a medio camino entre la leyenda y la realidad. Probablemente la primera estrella del boxeo del que ha quedado constancia en los documentos, probablemente también la primera gran estrella del deporte. Su nombre era Amonpieth o Amon-Pieth, que traducido sería algo así como "El que te puede mandar al sol de una patada en el trasero", y, como digo, no es fácil separar en él lo real de la ficción. Su mismo nombre está ungido de leyenda, pues se especula que pudiera pertenecer a cierta extraña secta adoradora de traseros.
Esta secta, cuyo nombre desconocemos, suponía que el trasero era la parte más sagrada del hombre pues es la única parte del cuerpo cuya función es esencialmente purificadora. Las dos funciones esenciales del trasero, sentarse y descargar el vientre, están efectivamente destinadas al alivio del cuerpo. Los miembros de esta secta suponían, no sin cierta lógica, que el viaje a la letrina (y su evolución superior, el váter, que ellos construyeron por primera vez) era la parte más sagrada de la vida de un hombre, por lo cual desarrollaron la costumbre de pasar largas horas sentados leyendo versos rituales en busca de un estado de suspensión psíquica semejante al nirvana. Esta costumbre todavía se mantiene, aunque distorsionada, en muchos pueblos de hoy.

Hoy tenemos una certeza total de la existencia histórica de Amonpieth. Se conservan referencias de historiadores de la época y, lo más importante, se conserva la primera entrevista de la historia, conservada casi íntegramente. Este documento es prácticamente desconocido. Algunos incluso dudan de su existencia, pero este que escribe no duda, y no duda porque lo tiene encima de la mesa, coloreado por la luz de una vela que lame en sus curvas destellos de luz anaranjada. Es un documento extraño que no sólo funda la entrevista como género, sino también el concepto de "estrella deportiva"

Antes de pasar a la entrevista en sí conviene hacer un pequeño boceto histórico.Como puede ser demasiado extenso colocaremos en una entrada posterior la entrevista de Amon-Pieth.

Antef II fue faraón de Egipto durante el siglo XX a de C. Su reinado se caracterizó fundamentalmente por sus intentos de reunificación del imperio y por la gran cosecha de papiro que se produjo, según todos los indicios, casi al final de su reinado. Dicha cosecha provocó que los almacenes se saturasen. Ante el riesgo de que el papiro que no podía albergarse en los almacenes llegara a pudrirse y también para paliar la fortísima bajada de precios resultante, dos hombres llegaron por caminos distintos a la misma idea. Lanzar publicaciones periódicas para informar al público de los aspectos más interesantes de la actualidad Egipcia. Naturalmente, en aquella época no había todavía sistemas de impresión que permitiesen la fabricación industrial de documentos. Ante este problema dos pioneros editores afrontaron el problema con ingeniosas y divergentes soluciones que los convirtieron en rivales.

Ra-Herst, el primero de ellos, se decidió por un original sistema, similar en cierto modo al nickelodeon que Edison inventó muchos siglos después. Mandaba copiar un par de docenas de ejemplares de sus periódicos y los distribuía en cajas cerradas por las ciudades. A cambio de una moneda los lectores tenían el derecho de meter la cabeza en la caja, que estaba iluminada por velas, y disfrutar de las noticias de Ra-Herst. Junto a cada caja había un empleado de Ra-Herst con un reloj de arena y un cuchillo largo y curvo -al que el populacho apodaba con una palabra extraña que podríamos traducir con algo parecido al "Herstometro"-. Este empleado se aseguraba de que los lectores no sobrepasasen el tiempo acordado. Si algún lector intentaba sobrepasar el tiempo de lectura se le indicaba amablemente la conveniencia de abonar una segunda moneda -aunque en realidad no se trataba de monedas, puesto que estas no aparecieron hasta el siglo VI a de C-. Si aún así el lector se hacía el remolón o se negaba a pagar el empleado daba un segundo aviso, este un poco más radical, cortándole el pescuezo. La caja de Ra-Herst disponía además de una ingeniosa trampilla para extraer las cabezas de los usureros y dejar la caja libre para el siguiente lector. El papiro se protegía con un plano inclinado de cristal que evitaba que el material se estropease.

Pu-el-Itzer, el otro gran pionero editorial egipcio, fue quien ideó el sistema que popularizó la prensa por primera vez en la historia y creó las primeras estrellas del deporte, como nuestro Amon-Pieth. Construyó locales a modo de teatrillos en los que las noticias eran leídas e incluso, en el caso de las más importantes, representadas por actores. El sistema de Pu-el-Itzer se hizo muy popular, porque su precio era más reducido, pero también porque a diferencia del de Ra-Hertz, presentaba la ventaja de que no era potencialmente mortal.

El repertorio de noticias de Pu-el-Itzer, como el de Ra-Herst, era bastante limitado. En la época las polémicas políticas estaban muy vigiladas y se demostró que ya por entonces los editores, igual que los lectores, preferían las noticias cuya publicación no conllevase el riesgo de una muerte atroz. Así se estableció una de las primeras reglas de la publicidad, que ha quedado vigente hasta el día de hoy, y que señala que los consumidores tienden a inclinarse por productos poco o nada ligados a la muerte. Una muestra de esta ley es la desafortunada similitud del payaso de cierta cadena de restaurantes con el personaje de una conocida película. Similitud subrayada durante años por un slogan inquietante, tal y como vemos en la imagen de abajo.A la izquierda vemos al conocido payaso de It, a la derecha el famoso payaso-mascota en una imagen de su primer spot publicitario. En el centro los dos arcos, imagen de la marca, tienden puentes inquietantes entre ambas instantaneas.
El payaso en cuestión ha sido prácticamente eliminado de la imagen de la marca.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Eres un cachondo.
Estoy impaciente por la siguiente entrega.
Abrazos,
Matías Pascal