9.1.08

Una entrada críptica. Günter usa internet

Amigos lectores. Siempre os habéis mostrado amables conmigo, y extremadamente generosos en vuestra correspondencia. Después de mi última entrada sois muchos los que me habéis escrito vuestros comentarios. Muy pocos habéis optado por emplear el ordenador –confieso que tampoco es de mi agrado- y la mayoría preferís, igual que yo mismo, valeros de palomas mensajeras o de piedras anónimas arrojadas contra mi ventana. Todos vuestros mensajes son interesantes, y os animo a seguir escribiendo, aunque este último medio de comunicación he de desaconsejarlo por su rudeza, por el gasto que ocasiona y la mala puntería de algunos de mis correspondientes, que han dado en acertar más de una vez con sus epístolas en mi cabeza. Algunas de vuestras cartas las guardo con cariño, y aunque no tengo espacio suficiente para guardarlas todas no hay ni una sola que no vaya a encontrar acomodo junto a mi chimenea.
Entre vuestros comentarios, uno me ha llamado especialmente la atención. Hace sólo dos días se posó sobre el alfeizar de mi ventana una paloma grisácea, con un pequeño mensaje en la pata derecha. Dócilmente, y respondiendo a un gesto mío, dio un pequeño salto y se posó sobre mi dedo índice. Desenrollé el lazo que anudaba el mensaje, entregué la paloma a mi ama de llaves para que premiase con alguna golosina su diligencia y leí el pequeño pedazo de papel. Se trataba de una sola y enigmática línea
“Es usted idiota”- decía.
El contenido del mensaje me impactó. Es evidente, tanto que incluso causa rubor el decirlo, que el autor del envío había querido decir algo más, y aquellas pocas palabras escondían algún mensaje oculto. Mis conocimientos de criptografía no me sirvieron para desentrañar el significado subrepticio. No insistí demasiado en ese sentido, porque desde el principio pensé que se trataría, más que de una clave, de algún acertijo, y que la respuesta no estaba en el mensaje en sí, sino en algún sentido que de él se pudiese deducir. No es el primero de esta clase que mis seguidores me envían -algunos, debo decirlo, con tanta torpeza que han acabado en manos de mis abogados- pero, por alguna razón, este atrajo mi atención. Reflexioné durante toda la tarde, y aún por la noche, mientras intentaba masticar el pollo ridículamente pequeño que me ha servido mi ama de llaves, y por el que ha pagado un precio exorbitante. A altas horas de la madrugada, mientras me estrujaba los sesos a la luz de mi quinqué, se me ocurrió que tal vez estuviese cometiendo un error al despreciar los modernos avances tecnológicos, y quizás la moderna técnica informática podría socorrerme en mi investigación. Encendí mi vetusto ordenador y me conecté a Internet. Ante la pantalla lechosa de un popular buscador, reflexioné. “Idiota” decía el mensaje. Empecé a barajar los términos que, de una forma u otra podía relacionar con la palabra idiota. Barajé similitudes fonéticas; idioma, ilota, diorita (¿i-diorita? merecía la pena pensarlo) similitudes semánticas: imbécil, gilipollas, tontodelculo, tontolava; antítesis: brillante, fascinante, genial, inteligente. Entonces una luz se iluminó en mi cerebro. Inteligente-inteligencia. Tal vez por ahí es por donde me quería llevar mi anónimo remitente. Una paradoja ramplona pero, por lo mismo, fascinante. Reconozco que para el lector externo la conexión puede parecer un embolismo atroz, pero, en ese momento, con la clarividencia y la seguridad que sólo sabrán reconocer los que compartan mi genio, la pregunta se abrió, cierta, temblorosa y radiante como el capullo de una flor de fuego ¿Qué es la inteligencia? ¿Dónde se encuentra? ¿Qué formas adquiere su lenguaje en el mundo de los hombres? Decidido a encomendarme a la sabiduría universal y, por qué no decirlo, popular, tecleé en el buscador las palabras “La verdadera inteligencia está” Y estos resultados obtuve. Según Internet, guiado por el buscador de fondo lechoso y por orden de aparición, he aquí el refugio de la verdadera inteligencia, me remito a las primeras líneas de entrada:
“La verdadera inteligencia está ansiosa por cumplir” (De lo cual podemos concluir, de forma polémica y quizá precipitada, que la verdadera inteligencia es de género masculino)
“La verdadera inteligencia está ansiosa por cumplirla” (Esta se me escapa)
“La verdadera inteligencia está reñida con la afectación y la presunción” (¡Sacre bleu! No podría estar más de acuerdo)
“La verdadera inteligencia está en abrirse” (Personalmente, siembre había considerado que la verdadera inteligencia estaba, precisamente, en mantenerse cerrado. Esta norma se aplica a las personas y los huevos y creo que deberían cumplirla, al menos, todos los que carezcan de una conveniente formación quirúrgica.)
“La verdadera inteligencia está vinculada al bien” (Sin comentarios)
“La verdadera inteligencia está en la razón” (Que viene a ser como decir que el agua de verdad está en el mar)
“La verdadera inteligencia está de nuestro lado” (Eso siempre)
“La verdadera inteligencia está en la gran N” (Inquietante)
“La verdadera inteligencia está en que los pueblos puedan alcanzar una vida mejor y más equitativa” (Inteligencia social, Sancho. Que es la madre de la vaguedad y del trabajo de mañana.)
“La verdadera inteligencia está en la bondad, la verdad y la belleza” (Como muestran con gran énfasis los concursos de belleza)
“La verdadera inteligencia está en saber utilizarlas para ser feliz” (Como muestran con gran énfasis los concursos de belleza)
“La verdadera inteligencia está en la persona que es feliz, no importan las circunstancias que la vida les haya dado” (De lo cual se colige que en Auschwitz sólo murieron gilipuertas y aquellos tipos escuálidos de las fotos con cara de sufrimiento no eran más que un atajo de cretinos.)
“La verdadera inteligencia está bien alejada del reino de las cuatro interacciones” (dicho reino debe estar, poco más o menos, a la altura de la gran N, pero en un paralelo distinto)
“La verdadera inteligencia está en saber sobrevivir” (Esta se puede considerar)
“La verdadera inteligencia está en ella” (Esta puede mover un mundo)
“La verdadera inteligencia está en las manos” (Igual que la cobardía verdadera está muy cerca de los pies)
“La verdadera inteligencia está en poder unirte a los demás” (Los/las demás, se supone)
“La verdadera inteligencia está en conocerse a uno mismo y saber sus posibilidades” (Antes de juzgarla, creo que será honesto puntualizar que esta la he sacado del “Espacio de Maria Angustias” (punto com))
“La verdadera inteligencia está íntimamente relacionada con la principal fuerza que mueve todo el universo” (Esto es, la gran N)
Y para qué seguir amigos. Algunas más me quedan en el tintero, pero temo que con las presentes ya puedo empeñar mi vida en el misterio de la inteligencia, la verdadera inteligencia que nos forma y nos esquiva, la verdadera inteligencia que siempre está con nosotros, pero llega demasiado tarde cuando queremos dar una réplica ingeniosa a los camareros resabiados.