3.11.08

Los orígenes del boxeo. Prehistoria (II)

En el capítulo anterior Gunther consulta con el doctor Von Wintersonnende acerca de diversas teorías sobre el origen del boxeo. Por sorpresa el profesor le asesta un certero y potente bofetón que acaba con nuestro héroe en el suelo. Desconcertado, el buen Gunther se entrevista con el profesor y con su elegancia habitual responde a un comentario del profesor con agilidad, ironía, ingenio, elegancia y una copita de oporto que siempre lleva para esas ocasiones. ¿Cómo terminará la entrevista de Gunther con el profesor? ¿Conseguirá terminar el encuentro sin recibir más bofetadas? ¿Esconde el Dr cosas dentro de su barba tal y como todos sospechamos que hacen los hombres barbudos? La respuesta a estas preguntas y más en el siguiente capítulo de...

SOBRE LA IDEA DE UN PÁRPADO FLUORESCENTE

-Su oscuridad, me temo, está más que clara, mi buen Dr. -dije yo levantando mi copa de oporto para subrayar la irónica elegancia de mi comentario (siempre llevo una copita de oporto en el bolsillo para estos casos).
-Eso me temo, amigo Gunther -respondio el Dr. haciendo emerger de sus labios una sonrisa y de su frondosa barba un vaso mediado de bacanora.- Y, sin embargo -continuó- creo poder aclararle la raíz de mis actos.
El Dr. se reclinó hacia atrás mirando al trasluz el contenido de su vaso, como si quisiera leer en él el misterio de su propio comportamiento.
-La clave, amigo Gunther -continuó en un tono ensimismado, como si realmente yo no estuviese allí más que como recurso retórico- está, como siempre en la esfera. Piense usted en ello.
La esfera ha sido, desde siempre, considerada como la más perfecta figura geométrica. Su perfección es tal que muchos pueblos primitivos han llegado a estimarla hasta niveles divinos. Le pondré un ejemplo. Los kelousos, una antigua civilización de geómetras que habitaba la isla polinesia de Kelousa, tenían la esfera en la cúspide de su sistema teológico. Es más, en el idioma kelouso no existe el término "cúspide" y lo más parecido que tienen para hacer referencia a algo semejante es la palabra "kaleusion" que significa "lo que está en la parte más alta de una esfera que sea realmente grande". Además de esto los kelousos habían nombrado teniente de alcalde a un paralepípedo y se recibía a los fabricantes de cartabones extranjeros con honores de jefe de estado. Cierto es que los kelousos, aparte de brillantes geómetras, eran un pueblo bastante hostil -hasta el punto de que llegaron a declarar la guerra de forma oficial a todas las naciones del mundo en el año 1949- por ello los honores de jefe de estado consistían fundamentalmente en retorcidas prácticas de empalamiento y una extraña técnica de trepanación que consistía en, usando como intermediario al mandatario en cuestión, golpear una palanca para elevar un peso sobre railes verticales hasta alcanzar una campana colocada al final de los mismos. Esta ceremonia, además de ser el protocolo oficial de recepción, se usaba para otorgar el título de Kelouso más fuerte del mundo.
Pero me temo que estoy divagando. La pregunta es ¿por qué esta fascinación por la esfera? Sin duda usted, querido Gunther, sabría responderme, pero déjeme hacerlo a mí en su lugar. La esfera ha maravillado desde siempre al hombre por la singular armonía de su forma, la equidistancia de todas sus partes al centro se interpreta, diría que universalmente, como la cara más amable de Dios, aquella que comunica con la mente de los hombres por el canal de la razón y no esa otra que parece estar diciendo "¿a eso le llamas tú un holocausto?". La regularidad es cálida al hombre que es un animal de costumbres. Yo, por ejemplo, tengo la costumbre de tomarme las tostadas con mermelada poniendo la mermelada boca abajo, lo cual, como usted entenderá, es una verdadera animalada. ¿Acaso cree que no gotea? Por supuesto que sí, amigo Gunther, gotea, y mancha. Mancha mucho, además, y me deja unos terribles lamparones a la altura de la bragueta que resultan de lo más escandalosos. Entonces ¿por qué persisto en mi actitud? Por la fascinación de la costumbre, por supuesto. El equilibrio hipnótico de la esfera, de la regularidad. El gesto amable de la rutina.
Dicho esto, creo que ya he respondido a su pregunta. Tal vez no se haya percatado todavía, pero, de algún modo, ya lo he hecho. ¿Por qué mi sopapo traidor del club de caballeros? Pues porque, de repente, observé que entre su rostro y mi mano existía una distancia ideal. La separación justa para poder convertir mi brazo en un radio absolutamente recto y dibujar en el aire un movimiento circular perfecto. Comprenda, amigo Gunther, que soy humano. Que la fascinación de la esfera opera sobre mí como sobre cualquier hombre y que no es sencillo escapar a la tentación de unir en un sólo gesto la brutalidad de la violencia con la razón perfecta de la figura divina. ¿Quién podría haber evitado la tentación del golpe si, además, con ello ayudaba a explicarle a usted mi idea de que en el hombre hay un instinto permanente de liarse a mamporros?
Reconozco que las razones del doctor me resultaron, en principio, extrañas. Y, sin embargo, había algo de innegable en su razonamiento. Sus principios sobre geometría y razón parecían incontestables. Sin embargo, había algo que el profesor había olvidado y que no le recordé en ese momento. El profesor había olvidado señalar que otro de los fascinantes aspectos de la esfera es que, independientemente de en qué dirección se mueva, siempre se llega al mismo lugar. La esfera es la imagen del eterno retorno, que nos recuerda que todo ha de repetirse, que todo vuelve a suceder y que todo aquello que toma una dirección volverá por la opuesta en algún momento. No se lo recordé al Dr en aquel momento, sino un tiempo después, cuando me pidió explicaciones acerca de por qué me había despedido aquel día golpeándole violéntamente en la cabeza con un enorme estudio sobre Malevitch.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Günther, gracias por dejarnos pisar tus huellas, tal vez algún día sea la mitad de sabia que tú, y ese día me daré por contenta.

De una fiel, humilde e ignorada admiradora.

Anónimo dijo...

Freut mich Dich kennengelernt zu haben her Günther!!

Schreibst Du mir oder schreibe ich Dir?

Anónimo dijo...

Y no te olvides de los boxeadores enanos, que bien sabes que también existen...